Prácticas sonoras, entre parques, jardines y bosques, y la conciencia de su archivo

04 Dic 2016







Por Susana González Aktories

Activar los lugares mediante un acto sonoro, apreciarlos desde una dimensión en la que usualmente no los conocemos, generar con ello en el visitante nuevas experiencias estéticas: experiencias de escucha. Es esto lo que a principios de la década de los setenta, concretamente en 1972, se impulsó como una de las afortunadas iniciativas de las autoridades del entonces Distrito Federal al crear los “Audioramas”, ampliamente conocidos y visitados por los paseantes en al menos en dos parques emblemáticos: uno ubicado en la parte más elevada de aquel Parque Hundido, en la Colonia Extremadura-Insurgentes, al sur de la ciudad, y otro en el céntrico Parque de Chapultepec, a las faldas del cerro donde se encuentra el Castillo de Chapultepec, frente a la entrada de la caverna prehispánica de Cincalco. Este último espacio de escucha ha sido conocido, además, bajo el nombre náhuatl destinado a la poesía “In xochitl in cuicatl” (flor y canto), por el bautizo atribuido a Salvador Novo.

Ambos lugares e iniciativas, cuyo formato se ha replicado desde entonces en otros parques delegacionales de la ciudad, nacieron con la idea de convertirse en espacios para la lectura y la contemplación sonora, por lo cual no es casual que como parte de su programación se haya considerado incorporar en ellos sesiones de escucha poética. Más recientemente, incluso, mientras que el Audiorama del Parque Hundido desarrolló un foro especial para conciertos que normalmente se llevan a cabo a medio día en fines de semana, el Audiorama de Chapultepec comenzó a ser el escenario para la curaduría de programas de arte sonoro, asunto que interesa en esta reflexión. Obviamente estos no presentaron las únicas locaciones que se constituyeron en atractivos escaparates para la escucha al aire libre de prácticas sonoras. Siguiendo con esta tradición, se han ideado en los últimos años en la Ciudad de México al menos cuatro iniciativas más, en las que se parte de lo que una escucha sonora puede representar al ubicarse en áreas verdes. Con ello, sin duda, se confirma la pertinencia de estos espacios, abiertos a la exposición y al diálogo, en los cuales se ha dado a conocer en México, entre un público amplio e indiscriminado, a los más diversos artistas y los más distintos tipos de poéticas sonoras.

Una de las recientes iniciativas en su tipo se dio en la Fonoteca Nacional, con la inauguración el 6 de enero de 2014 de su “Jardín sonoro”, ubicado en el área verde de colonial la Casa de Alvarado, en la calle de Francisco Sosa en Coyoacán. Se trata de un jardín rediseñado por el arquitecto de paisajes Kees van Rooj, que se ha prestado para ofrecer variados programas públicos de activación sonora.

Aprovechando la instalación de un sistema multicanal, además de los sensores mediante los que se activan las piezas, el jardín invita al paseante a someterse a la escucha durante un par de horas día, casi todos los días de la semana (de 12 a 13 y de 17 a 18 hrs).

La programación de los registros emitidos varía mes con mes. Entre las primeras grabaciones programadas, mediante las cuales se promocionó este espacio, estaban las lecturas poéticas en voz de sus autores, editadas por la UNAM bajo la colección de Voz Viva, que ahora forman parte del acervo sonoro resguardado por la Fonoteca. Una de las ellas, la inconfundible voz nasal, ligeramente aguda y monótona de Octavio Paz, en este contexto parecía una presencia emblemática y espectral, como huella de quien había habitado esta misma casa durante los últimos años de su vida; otra de ellas, no menos conocida e identificable por un amplio público, era la voz de tono más grave, cálido y cercano de Jaime Sabines.

Más allá de incluir en el programa sólo los registros de su acervo, la Fonoteca también comenzó a difundir en estos años piezas de los más diversos artistas, quienes han creado obras especiales multicanal, pensadas para sonar precisamente en estos jardines. Así ocurrió, por ejemplo, con la pieza “Hábitat imaginario” de la artista alemana Ute Wassermann, comisionada por el proyecto “PoéticaSonora México 2016”, para la cual su autora trabajó con materiales sonoros del archivo de la Fonoteca, principalmente cantos de pájaros propios de las diversas regiones de México y de sonidos representativos del paisaje urbano del país, combinándolos y entrando en contacto con ellos a partir de su propia voz o de la interpretación de algunas de sus flautas y silbatos. La obra resultante, presentada como un performance el 7 de octubre de 2016, fue a su vez registrada y siguió resonando en los jardines durante todo aquel mes de octubre. Para quien no pudo asistir a las sesiones de reproducción grabada en los jardines, hay al menos la posibilidad de consulta de éstos y otros materiales aquí reproducidos, dado que todos ellos conforman parte del archivo general de la Fonoteca. Sobre el catálogo de obras presentadas en estos años, sería interesante corroborar in situ si los programas están disponibles.

Otra propuesta similar, que presenta además condiciones espaciales y técnicas análogas a las del “Jardín sonoro” de la Fonoteca –a saber: un sistema multicanal de ocho bocinas de alta fidelidad en un espacio abierto–, ha sido impulsada durante la gestión de Julieta Giménez Cacho como directora de la Casa del Lago, con la inauguración en agosto de 2014 su “Espacio sonoro”, ubicado en uno de los jardines exteriores, a un costado de la mansión, que además tiene vista al Lago de Chapultepec. Para ello se contó con el apoyo curatorial de Tito Rivas, quien fue invitado a inaugurar el espacio con uno de sus proyectos, “Musgos”. Desde entonces, Rivas ha fungido como responsable de la programación sonora de este espacio.

Por sus características –nos recuerda Rivas–, el espacio sonoro se crea en sintonía con la Ecología Acústica, disciplina planteada en la década de 1970, que promueve la reflexión sobre el ambiente sonoro que nos rodea, estudiando la manera en que el ser humano interactúa con el medio ambiente a través del sonido y cómo el sonido del medio afecta en él.

El diseño sonoro de los espacios públicos es una forma de restablecer los equilibrios entre el ruido que se emite y el habitante que los escucha, transformando no sólo la sonoridad emitida, sino los comportamientos auditivos.” (Más información, aquí).

Entre las piezas que se han presentado desde su inauguración están “On the stillness of the water”, del artista español Emiliano del Cerro, o más recientemente “30 corazones heridos (ninguno de ellos por amor)”, del artista austriaco Christian Schröder. Como documentación del espacio y de las formas de apreciación sonora y natural que éste ofrece, claramente en al menos dos estaciones del año distintas –una que muestra el área verde debido a la temporada de lluvias, y otra en tiempos de sequía–, se incluyen aquí a manera de ejemplo los siguientes videos:

Lamentablemente, el sitio de la Casa del Lago todavía no ofrece documentación en línea de las piezas. Sería deseable que, además del acceso a los registros, hubiera un catálogo completo de las presentaciones que han programado lo largo de estos dos años de vida del “Espacio sonoro”.

Aun a pesar de que también promociona su espacio abierto como locación para las activaciones sonoras, el proyecto del “Bosque sonoro” del Museo de Arte Moderno (MAM), impulsado y curado por Abel Matus, parece ser distinto a los dos anteriores, al menos en tres aspectos fundamentales: para empezar, porque las actividades sonoras que se presentan son irrepetibles o irreproducibles en esos espacios; luego, porque se presentan exclusivamente siempre de noche, circunstancia que no es una condicionante de los otros dos foros arriba mencionados; y finalmente, porque hasta ahora los actos en vivo no se han dado dominantemente en exteriores. ¿Cuál es la particularidad y la identidad de esta propuesta de ciclo sonoro y qué queda del bosque?

Llama la atención que, a pesar de guardar cierta relación con los foros sonoros de la Fonoteca y la Casa del Lago, se trata de un proyecto impulsado en un espacio museístico, normalmente dominado por las artes plásticas, mientras que tanto dichos foros han mantenido una identidad fuertemente dominada por lo sonoro, y de forma especial por las prácticas poéticas y extendidas que involucran la música experimental, la improvisación y el arte sonoro. Es loable, pues, que también en un museo como el MAM se dé un “giro sonoro”, siendo un espacio identificado por estimular la sensibilidad visual: el visitante habitual de este museo, condicionado a observar, saldrá enriquecido con una experiencia de escucha. El MAM abre con ello otra línea y se presenta como un foro alternativo para las artes sonoras. No se trata de la única ni más reciente iniciativa de un museo en la Ciudad de México haciendo esto: el propio MAM, así como el museo experimental Eco de la UNAM fueron en décadas anteriores ya promotores de considerar performances que involucraban la poesía en voz alta y el arte sonoro, pero sí es singular que en este ciclo se le conozca bajo ese nombre que involucra un espacio natural, al aire libre.

Matus, curador del “Bosque sonoro”, comenta en un texto introductorio al librito que presenta las actividades correspondientes a 2016: “Desde 2013 hemos presentado y seleccionado propuestas que sean representativas de la compleja categoría de las artes sonoras. La divulgación de la práctica sonora y el ejercicio de la escucha en formatos interesantes para el heterogéneo y exigente público del MAM son nuestras metas.” (Matus, 2016, p. 2). No obstante, a partir de la información ofrecida en red, resulta difuso reconocer cuál fue la primera actividad con la que esto dio inicio. Tampoco se encuentran los principios que explican si la idea del “Bosque” tuvo que ver con una idea inicial de organizar estas experiencias sonoras en los jardines que rodean al MAM y que, para mayores señas, integran una parte del Bosque de Chapultepec. Lo que se sabe por algunos de los artistas participantes de estas actividades es que el MAM les ofrecía una variedad de ubicaciones para sus presentaciones, entre las cuales también se consideraban esos jardines que rodean al museo. A pesar de ello, es notorio que la mayoría de los artistas ha preferido el foyer del museo, ya sea ubicándose en el propio centro de la escalinata (véanse las presentaciones de Manuel Rocha,  Rocío Cerón/Abraham Chavelas, o Bárbara Lázara), donde se aprovechó la particular acústica de eco generada por el domo superior con su forma circular y cóncava, o bien se planteó la acción desde los balcones laterales a dicha bóveda central (como en el caso de la presentación de Rodrigo Sigal e Iván Manzanillo).

Pensado entonces, más que como un espacio para la escucha al aire libre de documentos de archivo sonoros –como ocurre con el “Jardín sonoro” de la Fonoteca o el “Espacio Sonoro de la Casa del Lago–, el “Bosque sonoro” del MAM se planteó la realización de ciclos de representaciones por parte de poetas y artistas sonoros y multidisciplinares, haciendo coincidir estas presentaciones con las “Noches de Museos”, que una vez al mes abren sus puertas al público, más allá de los horarios habituales.

A juzgar por la información accesible en red, durante 2014 –año de su arranque–, las presentaciones no fueron tan conscientemente documentadas como en los dos años posteriores. La primera actividad que se puede encontrar bajo esta modalidad en los registros digitales en red es la de Juan Pablo Villegas, Rolando Hernández y Uryan Lozano (26 de marzo); otra de relativamente fácil y rápido acceso es la de Manuel Rocha (el 24 de septiembre), pero cuyo registro en video no parece ofrecerse por el MAM sino por el sitio de la galería “Le Laboratoire” en la Condesa, espacio que ha presentado algunas exposiciones monográficas con su obra. Sin embargo, a juzgar por el formato presentado en los años recientes –y a la declaración de Matus en el catálogo citado de 2016, en donde comenta que previo a este tercer ciclo el MAM ya contaba con otras 12 presentaciones–, puede suponerse que también en 2014 deben haber sido 6 las actividades sonoras planeadas, aun cuando en el sitio del MAM no aparece desplegada dicha programación.

Como archivo del ciclo de presentaciones, el “Bosque Sonoro” parece haberse articulado de forma más sistemática en red  a partir de 2015, presentando la documentación de las sesiones que corresponden a los seis actos en vivo, además de la información sobre la charla de clausura efectuada.  Bajo el lema de Superficies de contacto,  el ciclo correspondiente a ese año convocó a Rogelio Sosa con la pieza “3.14” (el 27 de mayo); Taniel Morales con “Orgánica Rítmica” (el 24 de junio); Guillermo Santamarina con “Tin Larín con ciertos tipos de queja” (el 29 de julio); Cabezas de Cera con “Sonido, forma y espacio” (el 26 de agosto); y Antonio Russek con “Inmersión” (el 30 de septiembre). Las piezas fueron subidas a iCloud y se encuentran descargables en el sitio web del MAM.  Como última sesión del ciclo, el 28 de octubre, se convocó a Graciela Schmilchuk, experimentada investigadora, especialista en la circulación de públicos culturales orientada a museos, y a tres de los artistas sonoros invitados en este u otros ciclos –Rogelio Sosa, Manuel Rocha, o Antonio Russek–, para hablar de la recepción que el arte sonoro ha teniendo en México.

La serie planeada para 2016, por su parte, llevó el título de Heterofonías. Los artistas invitados en este año fueron: Tito Rivas quien nuevamente eligió para este espacio su proyecto “Musgos”, pero presentándola en colaboración con Morris Trujillo (el 27 de mayo); Rocío Cerón y Abraham Chavelas con “Medium” (el 29 de junio); Roberto Morales con “Movimiento y organicidad” (el 27 de julio); Bárbara Lázara, con “Molde para Tótem (13)” (el 31 de agosto); Iván Abreu, con “Helicoidal” (el 28 de septiembre); y Rodrigo Sigal junto con Iván Manzanilla con “Lumínico” (el 26 de octubre). Las piezas de este ciclo también ya están disponibles en red.

Además de propia transmisión en audio de cada uno de los eventos en vivo, el MAM también contó con la colaboración de CCD Radio para la realización, en su estudio de grabación, de entrevistas a cada uno de los artistas, efectuadas en las vísperas de sus respectivas presentaciones. Con ello, CCD Radio se sumó al proyecto de “Bosque Sonoro”, dando una mayor proyección a esta valiosa iniciativa. Aquí los enlaces directos a estos documentos y al registro de las piezas en vivo:

Rivas/Trujillo

Cerón/Chavelas

Morales

Lázara

Abreu

Sigal/Manzanillo

Como curador, Matus ha conseguido además, con apoyo de la Fundación Jumex, hacer circular la memoria de estas actividades es a través del ya citado catálogo impreso, un librito distribuido de forma gratuita. Se contempla así, por parte del MAM, una labor que además de difusión de actividades, deja constancia documental de los mismos, en diversas formas de acceso, lo cual habla de una conciencia del valor histórico y de archivo que se tiene al incentivar estas prácticas y que antes no se tenía de forma tan evidente. Para el ciclo del 2016, por ejemplo, dicha edición presenta, además de algunos antecedentes de la iniciativa general que da un espacio al arte sonoro en el MAM, las intenciones particulares de esta curaduría. A ello le sigue una serie de semblanzas de cada uno de los artistas, acompañadas cada cual de una ficha descriptiva de las piezas, y una breve entrevista que Matus sostuvo con cada uno de ellos. Ésta consistió en parte en un set de preguntas común, pidiendo a los artistas que explicaran al inicio la función que tiene el sonido en su producción creativa, que comentaran sobre la presencia del arte sonoro en la Ciudad de México y la que hay en ciudades de otros estados del país, y que concluyeran con un comentario sobre su apreciación de la escena sonora en México. Cabe reconocer que estos textos son complementarios y no figuran en el sitio en red correspondiente.

Además, se desarrolla aquí, al menos por parte del curador, la intención de vincular la temática de este ciclo de Heterofonías con la ceguera, y de ahí con la novela de Saramago. Se alude a ello ya en el subtítulo a la introducción, “Ensayos sobre una voluntaria y parcial ceguera”, así como a través de epígrafes de algunos pasajes citados del libro y añadidos a cada una de las entradas por artista. Cabe decir que si bien esto se quiere como guiño sugerente, por momentos resulta algo forzado, gratuito y aun genera más confusión que claridad.

En cuanto a las opiniones externadas por los artistas en este espacio, todos ellos coinciden en que en México se está viviendo una etapa de actividad importante en asuntos de poéticas sonoras, en las que se ha estado en diálogo constante con artistas de otras latitudes. Sin embargo, están de acuerdo en que las actividades y los foros correspondientes se dan de forma siempre independiente, atomizada, y que tanto para la circulación de estos discursos como para su estudio y análisis hace falta mayor trabajo y sería deseable mayor colaboración en redes. Tito Rivas, por ejemplo, opina: “Los últimos 10 o 15 años han dado para México, en lo particular, el crecimiento de una escena bastante esbelta y que goza de diversidad y de sólidas manifestaciones.” (en Matus, 2016, p. 7), y Bárbara Lázara, en consonancia con lo anterior, comenta: “Hay una escena estable y concisa con mucha proyección internacional, pero hacen falta espacios de reflexión crítica para discutir, abrir procesos y perspectivas que amplifiquen el espectro de referencias y contaminen la escena con nuevos enfoques.” (Ibidem, p. 27). Rodrigo Sigal, por su parte, comparte: “Lo que me parece fundamental de las instituciones es que puedan generar entornos de contacto y de reflexión teórica y, probablemente, acceso a espacios técnicamente mejor preparados, que permitan el desarrollo de esta escena o que le den herramientas para avanzar un poco más rápido.”  (Ibidem, p. 38).

Sobre los rasgos de su poética, cada uno ofrece algunas observaciones que hablan de sus motivaciones y búsquedas específicas. Para Rocío Cerón, por ejemplo, sonido palabra y voz “son una y la misma cosa. […] No hay posibilidad del poema sin voz, sonido y palabra. Son la potencia, el cuerpo la significación respectivamente de la obra.” (Ibidem, p. 14). A partir de las obras que esta poeta multifacética ha creado en colaboración con otros artistas –como la que en este marco presentó con Chavelas–, comenta: “Cuando hago una pieza en colaboración no pienso en etiquetas, pienso en escrituras, escrituras sónicas, textuales, de materialidades y átomos expandiéndose en el espacio. Eso es lo que me interesa, la libertad y los procesos inestables, de permanente ejecución e improvisación.” (Ibidem, p. 14).

Cabe señalar que es apenas en este tercer ciclo de “Bosque Sonoro” donde comienzan a figurar voces de mujeres artistas. Tal parece que este fue un asunto que Matus tuvo deliberadamente presente en ese año. No es gratuito que preguntara a las dos artistas mujeres invitadas, Cerón y Lázara, la opinión que les merece el panorama de la representación femenina en la escena sonora en México. A ello, ambas respondieron de forma muy clara que no debería haber ya una cuota de género como gesto condescendiente, sino que su participación en estos ciclos se debería dar sin distingo de géneros. Cerón, al ser cuestionada sobre la experimentación de artistas sonoras mujeres, menciona, además de Bárbara Lázara, a Aimée Theriot, Dora Bartilotti, Leslie García y a Alejandra Hernández. En el tenor de las búsquedas emprendidas por el proyecto “PoéticaSonora” y que sin duda se cristalizarán en el RDA, la nómina podría ampliarse a la fascinante labor realizada por artistas mexicanas y/o residentes en México como Carmina Escobar, Luz María Sánchez, Amanda Gutiérrez, Tania Candiani, Tania Aedo, Marcela Armas, Alexandra Cárdenas, Angélica Castelló, Lorena Mal o Carole Chargueron; y por supuesto a quienes representan la faceta más “literaria” de las experimentaciones, como la propia Cerón, pero considerando además a quienes se sumaron al proyecto de Motín Poeta, como Carla Faesler o Mónica Nepote. Habrá que ver si hacer listas orientadas por géneros actualmente tiene la misma vigencia y pertinencia que tenía hace medio siglo, en donde, a juzgar por revisiones de nombres que integran listas de colecciones sonoras como Voz Viva de México, el panorama era muy distinto. Justificado o no, el tematizar el género en este contexto revela que no hemos superado todavía la tendencia de que este tipo de escenas ha sido por tradición dominado por el género masculino.

Se mencionó ya al inicio el “Audiorama” del Bosque de Chapultepec. En ese contexto hay que añadir que fue ahí donde se llevó a cabo de julio a diciembre de 2012 la primera entrega del ciclo “Mediatio Sonus”, organizada por Marcela Armas y Arcángel Constantini,  como una serie de sesiones de escucha meditativa, que a la fecha ha contado con varias entregas más, que han sido hospedadas por distintas instancias anfitrionas. Las que le sucedieron a esta primera  –una sin fecha, otra de agosto a octubre de 2014 y otra más del 6 de septiembre al 11 de octubre de 2015–, se organizaron durante las mañanas de domingo en el jardín de la “Fundación Alumnos 47”, una vez que éstos se asentaron en su sede fija en la Colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México. El ciclo en este contexto se promovió de la siguiente manera: “Se compone de 8 sesiones con 8 artistas, que trabajan en la vanguardia de la música experimental y el arte sonoro, invitándolos a realizar una investigación sobre las frecuencias del sonido y la mente.” (Ver más, aquí).

Para la primera entrega de este ciclo –consultable en meditatiosonus.info–  se contó con la participación de: Daniel Lara, Ernesto Romero, Juan José Rivas, Gerardo García de la Garza,  Santiago Itzcoatl, Ariel Guzik, Tito Rivas, Dylan Pritamo, Alexandra Cárdenas y Hugo Solís.

En la segunda entrega estuvieron invitados: Arthur Henry Fork, Alvaro Ruiz, Carmina Escobar, Arcángel Constantini, Manuel Rocha, Leslie García, Rogelio Sosa y Daniel Aspuru.

En la tercera, participaron: Manrico Montero, Gudinni Cortina, Bárbara Lázara, 220, Brian Mackern, Lisa Gervaiss, Quincas Moreira y Aimée Theriot.

Y aunque en el sitio de radio Ibero 90.9 se le dedicó una nota, lamentablemente, de estas presentaciones no se encuentra a disposición el correspondiente catálogo de los registros en red.

Cabe mencionar que el cuatro ciclo ya no se continuó en este espacio de la Fundación Alumnos 47, sino que se llevó a cabo en la ciudad de Oaxaca, del 24 de abril al 12 de junio de 2016.

Jardines, parques, bosques sonoros, hay algo de estos espacios que fascina, que atrae y que sin duda motiva a que este tipo de prácticas se sigan extendiendo, aun más allá de las geografías centralizadas, y más allá de lo que hasta ahora pensamos que puede mover el sonido en el espacio público.

Berlín, diciembre de 2016

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Referencias:

Matus, Abel. (2016) Bosque Sonoro 2016. Heterofonías, México, INBA, Fundación Jumex Arte Contemporáneo, CCD Radio, Centro de Cultura Digital, MAM.

Otras páginas en red consultadas:

Audiorama en el Parque de Chapultepec

Referencia al audiorama en el Parque Hundido i y ii