Del coleccionismo como afición a la apuesta por la visibilización de las “voces que dejan huellas”

18 Nov 2017







Por Susana González Aktories

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Este texto surgió como producto del interés que despertó en el grupo de Poética Sonora uno de los sitos que actualmente ofrecen de forma gratuita el acceso a una amplia gama de colecciones de obras literarias grabadas en voz alta en lengua española. El acercamiento se vio enriquecido con el contacto personal que el grupo recientemente pudo tener con su creador. Se agradece a Eduardo Ortiz Moreno la apertura y generosidad con las que nos ha compartido su historia, mismas con las que desde hace casi década y media sigue compartiendo su acervo de archivos sonoros en línea.

Quien se encuentra en busca de documentos sonoros de literatura hispanoamericana en red, podrá encontrarse, entre algunos contados sitios administrados (de manera individual o colectiva) desde España o desde otros países hispanohablantes, con Voces que dejan huellas, un portal concebido en México por Eduardo Ortiz Moreno, que se encuentra en el dominio http://cecilia.com.mx. La historia de su surgimiento y desarrollo es también reflejo claro de las formas en las que se han comenzado a revalorar –no sin ciertos tropiezos, retos ni riesgos–este tipo de materiales en audio, con la intención de ofrecer una discreta, pero aun así referencial alternativa para su acceso.

Con más de 600 artefactos sonoros –entre ediciones en LP, casetes, EP’s, CD’s,  y obras en otros formatos digitales subidos a la red–, este sitio cuenta con un total de aproximadamente 6600 grabaciones de más de 450 autores. Si se considera que cada volumen tiene una duración de entre 45 y 60 minutos, los materiales que se reúnen aquí comprenden cerca de 500 horas de escucha.

“Prácticamente una carrera universitaria, nada más para oír una vez los discos”, como comenta el propio Ortiz Moreno.

Aunque en el sitio no se da cuenta de sus inicios, su fundador, quien fuera economista e ingeniero en sistemas de profesión, además de docente, en el primer encuentro que el equipo de Poética Sonora sostuvo con él, aclara que la concepción del mismo se remonta al año de 1999.

“La idea en esos años no era todavía crear un archivo, sino ir aprendiendo los recursos que se podían aprovechar de internet, e ir evolucionando con las posibilidades que dichos recursos iban ofreciendo.”

El dominio se prestó, así, para ensayar las formas en las que era posible subir y publicar, como usuario común de la red, materiales de distinto tipo: desde ensayos y documentos personales, hasta imágenes y archivos sonoros.

“En una época en la que no había blogs, no había twitter, fb, ni celulares multifuncionales, la única forma de publicar algo era salir así. […] Entre los materiales decidí incluir una sección de literatura, pero sin tener todavía una idea clara ni una estructura, y sin saber incluso cuántas colecciones sonoras había.”

Desde muy joven, Ortiz Moreno tuvo una muy singular afición por la literatura, sobre todo al interesarse por su dimensión oral. No asombra entonces que, en el proceso de generar y depurar las secciones que integrarían el sitio, optaría por privilegiar dichos materiales sonoros, que lo terminarían llevando paulatinamente a eliminar aquellas otras secciones con archivos e imágenes de carácter más íntimo y personal, para enfocarse de lleno en ampliar y completar el corpus de obras sonoras de literatura en español. Con la vocación de un meticuloso y casi obsesivo coleccionista, muy a la manera del perfil al que alude Jean Baudrillad en “El sistema del coleccionismo”, el aficionado mexicano se haría de las más diversas series y ediciones.

“Mi padre, al ser profesor de la Facultad de Arquitectura hace casi sesenta años, seguramente tuvo un acceso directo a las publicaciones de la UNAM. Fue en ese tiempo, por 1960 que salieron los primeros discos de Voz Viva, cuando él me los compartió. Entre ellos estaba uno de Carlos Fuentes, La región más transparente. […] Yo entonces oía sobre todo música de los Beatles, los Rolling Stones, Janis Joplin y los Doors, cuando cayó en mis manos esa grabación de Fuentes, de 1965 probablemente, que escuché innumerables veces. Ese fue mi primer disco. Cuando me ofrecieron una beca para estudiar en Stockton, California, me llevé algunos de mis LP’s, incluyendo éste. Mis compañeros, sobre todo los latinos que hablaban español, quedaron igualmente fascinados con el disco, de modo que se los terminé regalando.”

Los inicios de una labor de coleccionista

Muchos años después de aquel episodio, cuando ya se desempeñaba como economista en la vida laboral, Ortiz Moreno volvió a encontrarse por casualidad en una librería con dos discos leídos en voz de sus autores. Esta vez se trataba de poetas: Mario Benedetti, con El amor, las mujeres y la vida, editado por Alfaguara, y Jaime Sabines, en la colección de Voz Viva de la que provenía aquella atesorada joya narrativa de Fuentes. Fue entonces, por la información que arrojaban las portadas de ambos LP’s, que reconoció que se trataba en ambos casos de series. Ahí nació la inquietud de hacerse de las colecciones íntegras. Su relato de cómo fue completando cada una de ellas, tras un arduo peregrinaje y una labor detectivesca, muestra la escasa atención que se ha dado a estos materiales y a sus formas de circulación durante varias décadas.

Fue a inicios de los años 90 cuando Ortiz Moreno comenzó a hacerse de manera formal, primero de la serie de Voz Viva, y poco a poco también de otras colecciones análogas. Esto, buscando entre las por entonces todavía muy discretas secciones que algunas librerías destinaban a este tipo de materiales. A menudo estas grabaciones, si acaso eran parte del inventario de dichas tiendas, terminaban rematándose en las mesas promocionales que algunas de ellas ofrecían ya directamente en la calle.

“¡Imagínense, por diez pesos!”

Otras veces, el coleccionista encontraba estos ejemplares en los puestos de vendedores ambulantes, como los que solían ubicarse frente a la sala de conciertos Netzahualcóyotl en el Centro Cultural Universitario, o bien en el Chopo, en Balderas o en la Ciudadela, donde entre pilas de discos lograba, con un poco de suerte, hacerse de uno de los números faltantes. Tras cumplir aproximadamente una década de búsqueda y contar ya con una cifra decorosa de ejemplares, decidió entrar en contacto con Aurora Carrara, Directora de Publicaciones de la UNAM, y con Carolina Domínguez, responsable de la colección Voz Viva. Su intención era solicitar directamente a este departamento editorial la lista de los números que aún no había logrado encontrar. Carrara lo canalizó a las bodegas de la UNAM donde se almacenan estas ediciones, y si bien ahí pudo conseguir una parte, no llegó a completar la lista. Ello más bien le ha requerido estar atento a ventas y subastas en línea (vía E-bay, Mercado libre, etc.). Otros golpes de suerte se han presentado a partir de intercambios personales con coleccionistas que compartían sus intereses, a los que fue conociendo sobre la marcha, como ocurrió con Blanca Orozco de Mateos, quien es otra referencia en México en lo que respecta a archivos sonoros de literatura iberoamericana, al ser fundadora del portal Palabra virtual (https://www.palabravirtual.com/).

“Los CD’s más recientes los he terminado comprando en la Librería Julio Torri del Centro Cultural Universitario, a mitad de precio: cerca de 125 pesos. Esto porque ya me conocen ahí.”<

Eduardo Ortiz (Foto: Susana González Aktories)

“De Voz Viva, en total, van 135 números los que tengo, incluyendo el de León Portilla, y eso sin contar el error que presenta la colección en el número 103, con el que se consignan dos discos de autores distintos.”

Aventuras similares para completar las series le han ocurrido con colecciones editadas por ejemplo en España, como Visor o Poetas en la Residencia de Estudiantes; en Argentina, con AMB; en Cuba, con Palabra de esta América; en Colombia, con Colecciones Literarias H.J.C.K. Pero en estos casos se han sumado además algunas otras dificultades de acceso, debidas a la distancia geográfica y a la escasa difusión que tienen estas ediciones en el mercado mexicano. Aun si se quieren conseguir por internet, los problemas –según explica– pueden surgir al momento de activar los sistemas de pago, como le ha ocurrido con Argentina, donde la transacción resulta tortuosa, si no imposible. Así, la fase de reunir las colecciones completas sigue siendo un trabajo que incluso después de una década considera como un “work in progress”. De la colección Palabra de esta América, por ejemplo, tiene a la fecha 45 de los cerca de 60 discos que la integran, siendo algunos de ellos casi imposibles de conseguir.

Coleccionismo por pasión, que le exige tiempo en la búsqueda de las fuentes, es una cosa. Otra muy distinta es la inversión monetaria que implica para un aficionado como Ortiz Moreno hacerse de semejante corpus. Si bien pudo adquirir en otros años gangas por diez pesos –en saldos como los ya señalados–, reconoce que la voz de los autores no deja de ser también un objeto fetiche que cotiza alto en el mercado internacional.

“¡Hay discos que cuestan 8000 pesos, como he visto algunos de García Márquez o Borges, inhallables!”
Confiesa que hasta ahora no ha incurrido en la tentación de pagar semejantes sumas, pero por algunos raros ejemplares de su colección, adquiridos en España, ha llegado a pagar cerca de 300 euros. En Argentina, ciertos discos han costado alrededor de 1350 pesos (más o menos equivalentes al cambio en pesos mexicanos). Los CD’s actualmente en librerías en México pueden variar entre 200 y 300 pesos cada uno, mientras que en E-bay los precios regulares oscilan entre los 20 y los 40 dólares por unidad.

Del coleccionismo a la digitalización

El acervo reunido, en su dimensión material, analógica, tiene un alto valor para Ortiz Moreno, lo cual simbólicamente queda evidenciado en el hecho haber adquirido un fino mueble de madera, tipo archivero, expresamente diseñado para resguardar los discos en formato LP, que se ubica en un espacio de su casa cuyas condiciones climáticas además, a decir de él mismo, son las adecuadas para evitar el deterioro de los discos en vinilo. Adicionalmente, cada LP es limpiado con los líquidos que recomienda la IASA (International Association of Sound and Audiovisual Archives) para la conservación, y guardado en un forro plastificado transparente para proteger la portada. Las colecciones de CD’s, en cambio, aparecen cuidadosamente ordenadas, junto a una pequeña pero especial selección de obras operísticas e instrumentales, en los estantes diseñados para esos fines en su estudio de trabajo.

Colección de CD’s de Eduardo Ortiz (Foto: Susana González Aktories)

Dada su orientación profesional como informático, se interesó en realizar las digitalizaciones él mismo. Primero vía programas y accesorios que fue adaptando para estos fines. Desde hace cinco años, tras adquirir un tornamesa ION que permite quemar los CD’s directamente de la reproducción de los discos, ha podido agilizar este sistema de copiado en archivos en wav. Lo mismo vale para la transferencia de casetes a CD. Pero para él la labor no acaba con la transferencia digital de los discos por ambas caras: éstos luego son editados cortando pieza por pieza mediante el programa Audacity, que finalmente se transforman en mp3, para su más eficaz y más rápida consulta en red. Otro elemento valioso que se digitaliza es la imagen de la portada de cada disco, misma que realiza en una reproducción casi artesanal con un todavía demasiado pequeño scanner casero.

(Foto: Susana González Aktories9

La conciencia respecto a los archivos sonoros con los que inicialmente había comenzado sus exploraciones en red en 1999 –para contextualizar esta etapa pionera, recuérdese que colecciones como Ubu Web habían surgido apenas tres años atrás–, ya para 2005 llevó a cambios importantes para el compilador, pues fue el año en el que el sitio definitivamente se abocó a las colecciones de lectura en voz alta de textos literarios. Este fue un año en el que su fundador además vio la posibilidad de realizar, a partir de estos materiales, un taller de literatura. Aun cuando éste no se llegó a concretar, el proyecto mismo lo motivó a organizar los archivos de forma más sistemática. Para el 2008, cuando ya contaba con 200 artefactos grabados en formato digital, Voces que dejan huellas tuvo un nuevo impulso cuando su creador decidió presentarse a una convocatoria promovida por la entonces recién inaugurada Fonoteca Nacional. Si bien resultó ser de los ganadores, el premio consistía en que la Fonoteca ofrecía absorber su catálogo, cosa que no le interesó, por lo que decidió continuar con su proyecto de forma independiente. No obstante, esto lo llevó a completar y alimentar con mayor determinación el acervo hasta entonces recabado, que todavía evidenciaba varios huecos. A la par, comenzó a capacitarse de manera más formal gracias a la orientación que como miembro asociado a la IASA recibió a través de sus publicaciones, así como debido a un curso abierto que tomó en línea (MOOC) en la Universidad de Pennsylvania con Al Filreis –quien junto con Charles Bernstein fuera fundador de Pennsound (http://writing.upenn.edu/pennsound/) en 2003–, con quien ha sostenido desde entonces intercambios personales.

Actualmente, estando ya jubilado, Ortiz Moreno dedica al menos un par de horas diarias a nutrir y a mantener su sitio.

“Así he podido copiar en formato digital muchos más discos, llegando a los cerca de 600. No todos los he oído completos, pero todos los días dedico un tiempo a escuchar las grabaciones. Sigo conociendo diario nuevos autores al escucharlos.”

Sobre los materiales que ofrece Voces que dejan huellas

El catálogo que presenta Voces que dejan huellas se concentra en recoger lecturas en castellano de textos literarios de los más diversos géneros, entre los que la poesía ocupa un lugar preponderante. Como ya se mencionó, el acervo incluye las ediciones de lecturas hechas por los propios autores, en su mayoría considerados ya canónicos en Hispanoamérica. De España recoge la serie Visor, lo mismo que ediciones que se agrupan bajo la colección de Poesía en la Residencia de Estudiantes, con grabaciones de lecturas realizadas en vivo por los poetas en dicha emblemática Residencia en Madrid durante la década de los 90. Esta serie reúne un total de 17 grabaciones que incluyen, entre los mexicanos o los radicados en México, a Paz, Sabines, Segovia y Varela. Además, se distingue por haber realizado un valioso rescate al reeditar unas de las primeras grabaciones literarias en España, previas a la Guerra Civil. Se trata de 3 LP’s agrupados bajo el nombre de Archivo de la Palabra que presentan registros del Centro de Estudios Históricos datados entre 1931 y 1933 –con voces de autores como Unamuno o Aleixandre–, de los cuales originalmente se imprimieron sólo 50 ejemplares.

De Argentina, por su parte, destaca el sello AMB editado en Buenos Aires por Héctor Yánover, Jorge Aráoz Badi y Samuel Grabois.

“AMB discográfica fue una línea que editaba música comercial. La colección literaria surgió básicamente porque varios de los amigos del editor eran escritores (Julio Cortázar y Oliverio Girondo, entre otros).”

Para documentar la historia de esta colección, Ortiz Moreno incluye extractos de un artículo de Griselda Gómez publicado en La Mañana de Córdoba, donde se aclara que su destino era “producir discos en los cuales los poetas recitaban sus propios versos. Con la discográfica grabaron las voces de veinticinco escritores, entre ellas las de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Raúl González Tuñón y Pablo Neruda” (cf. sitio http://cecilia.com.mx).

De Colombia se presenta el sello Colecciones Literarias H.J.C.K., proyecto que, como Voz Viva, derivó de una iniciativa radiofónica, en este caso a cargo de Álvaro Castillo y Gloria Valencia Castaño. Al igual que Voz Viva, H.J.C.K. comenzó a sacar sus primeras ediciones en 1960, con fines de divulgación. Según recuerda Ortiz Moreno, la primera edición bajo este sello fue El sueño de las Escalinatas de Jorge Zalamea, y aunque incluye voces de otros autores hispanoamericanos, se preocupó por ofrecer “la voz de los más importantes poetas y prosistas colombianos”. Sobre el valor histórico de los documentos, en el sitio se indica, por ejemplo, que “dentro de la serie figuran la primera grabación discográfica realizada por Jorge Luis Borges y el homenaje que Rafael Alberti hizo a Federico García Lorca en el Teatro Colón de Bogotá” (idem).

De México, como ya se mencionó, aparece la colección más ampliamente registrada en el catálogo del sitio, Voz Viva de la UNAM, sobre todo en sus series más relevantes: Voz Viva de México y Voz Viva de América Latina. De ésta se afirma en el sitio que, “después de la colección del Archivo de Literatura Hispánica en Cinta de la Librería del Congreso de Estados Unidos, [es] el acervo más grande e importante de escritores en su propia voz, en el mundo hispanohablante” (idem).

Llaman además la atención algunas ediciones inusuales y difíciles de encontrar, como la serie Voz Viva de la Frontera Norte, que comparte numeración con la colección general, y cuyas grabaciones fueron realizadas entre 1980 y 1985 por autores como Oscar Oliva, Joaquín Bestard, Fernando Sánchez Mayáns. Singular en un sentido distinto, relacionado sobre todo con su presentación de venta al público, según recuerda el coleccionista, fue una serie de casetes de Voz Viva aparecida en los 90, por paquetes de 4 cintas cada uno.

En CD sólo han reeditado aproximadamente 30 de los LP’s, que constan de 80 de Voz Viva + 40 de Voz Viva de América Latina, además de los de  Literatura Mexicana, que son cerca de 20: 140 en total.”

Adicionalmente, el sitio ofrece otras colecciones mexicanas como Entre Voces del FCE, en la que figuran en el género de poesía autores como Homero Aridjis, Coral Bracho, Elsa Cross, Efraín Huerta, Eduardo Lizalde, José Emilio Pacheco, Jaime Sabines y Blanca Varela, además de Ramón Xirau como uno de los exponentes españoles residentes en México. Menos conocidas, pero no por ello de menor interés, están las ediciones de Poesía del Lago de Chapultepec, con lecturas que se dieron en la Casa del Lago, en el Bosque de Chapultepec. Otras más serían La Palabra (donde sólo aparece como poeta mexicano Juan Bañuelos), o la serie del Colegio Nacional, todas ellas respaldadas también por la UNAM.

En años recientes Voces que dejan huellas ha ampliado su corpus al incluir colecciones editadas en otras lenguas y tradiciones literarias, a manera de comparativo, según indica Ortiz Moreno.

“Me parece interesante si se contrasta la sonoridad de la poesía y en general de la literatura en distintas lenguas. Toma por ejemplo a Camus: transmite una emoción muy particular en francés.”

Entre estas colecciones, de las cuales no se trata de reunir la serie completa sino de presentar ejemplos de autores ampliamente reconocidos y premiados, destaca el sello CAEDMON con Poets & Writers, fundada por Barbara Cohen y Marianne Roney, de quienes también se incluye el enlace a un artículo sobre la creación de esta colección. Figuran también series como la Academy of American Poets; The Spoken Word de la British Library; y los Recording Laboratories de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. De esta última, por ejemplo, Ortiz Moreno traduce parte del texto publicado en la contraportada del disco de T.S. Eliot, en donde se especifica que “la selección de la primera serie fue hecha por los consultores Louise Bogan, Karl Shapiro y Robert Lowell, y las correspondientes a la segunda, por Leonie Adams y Elizabeth Bishop, bajo el consejo de los Fellows of the Library of Congress in American Letters. Incluyen lecturas de jóvenes poetas así como de aquellos ya reconocidos, tanto ingleses como americanos.” (ídem).

 

Vinles con lecturas literarias (Foto: Susana González Aktories)

Sobre el corpus que ofrece el sitio, su creador dice haber procedido bajo el principio más importante para él, que fue recrear las colecciones de forma lo más sistemática e íntegra posible, sin intenciones de mostrar sus preferencias literarias.

“No discrimino por orientación política, ideológica o sexual de los autores que compilo. Me interesa sobre todo mostrar el valor de las colecciones.”

No obstante que el sitio en efecto es sistemático en cuanto a las colecciones, puede desprenderse, tanto por la organización como por la integración de citas y por la forma de disponer la información, que por más consecuente y objetivo que busque ser Ortiz Moreno como coleccionista, no se escapa de revelar sus gustos y pasiones. Esto se debe a la condición natural que implica toda labor antológica, en la que se terminan filtrando –tras los bastidores acústicos– ciertos valores personales y aspectos que interesan al compilador.

Huellas que dejan las voces en el proceso de programación del sitio

El valor del corpus de archivos sonoros que alberga el sitio parece contrastar a primera vista con una presentación de inicio que, por su diseño gráfico y su saturación textual, le restan en atractivo. Y a pesar de que están dadas las condiciones suficientes para navegar por el sitio –por un lado gracias al acceso que se ofrece en la parte inferior al índice de autores (mismo que nos lleva a otro enlace donde es posible buscarlos alfabéticamente, ya sea por nombre o por apellido), y por el otro, con la ayuda del banner superior dividido en cinco secciones–, toma su tiempo entender y familiarizarse con su organización, así como con los contenidos.


El “Indice del sitio”, por ejemplo, sintetiza algunos de los asuntos misceláneos –aunque no todos– que han interesado al coleccionista, a los que se puede acceder también si se recorre scrolleando el texto central. Al darle click, se despliega una pestaña que nos da en el extremo superior acceso al “Índice de colecciones”, organizadas incluso por sub-serie, cuando la hay, por número de volumen y por tipo de soporte (vinilo, casete o CD). En el extremo inferior, presenta las “Portadas de discos”, que ofrece una valiosa información paratextual, en tanto que éstas pueden revisarse incluso por autor, algo que difícilmente encontraremos con tanto detalle en otros sitios. Estas imágenes aparecen también en las secciones donde se desglosa el índice de las grabaciones, acompañadas ahí de las fotos o reproducciones de retratos que se incluyen de los autores. Para completar esta impresión, sería deseable en un futuro contar también con la reproducción de las contraportadas, donde suelen aparecer créditos adicionales, además de otros datos y textos relevantes.Pero volviendo a la pestaña donde se despliega el “Índice del sitio”, entre las colecciones y las portadas se enlista una variedad de información que pretende sintetizar el contenido del cuerpo central, al que también se puede acceder scrolleando por la página. Ahí se podrán encontrar fichas misceláneas de información que, por una parte, sirve para ubicar la procedencia y el valor de los materiales recopilados, como ocurre con las citas sobre los ya mencionados recuentos históricos de las colecciones y de sus editores “pioneros”. Por otra parte, hay citas de críticos y autores que resultan reveladoras de las motivaciones de este proyecto. Algunas de ellas, por ejemplo, le permiten a Ortiz Moreno avalar el valor que encuentra en el verso y su articulación en voz alta, como ocurre con la cita de Borges que aparece como encabezado de entrada: “El verso siempre recuerda que fue un arte oral antes de ser un arte escrito (…)”, que además se ve acompañado de un enlace que invita a escucharlo en voz del propio autor. Otras citas de este tipo aparecen hacia el final, como las adjudicadas a personalidades del medio cultural mexicano entre las que se encuentran Lidia Camacho y Jorge Fernández Granados, o bien voces de la literatura universal, como Rudyard Kipling o Tagore.Adicionalmente a lo anterior, se destina un espacio a los “favoritos” del compilador, además de a algunos clásicos hispanoamericanos (Paz, Fuentes, Borges, Neruda, García Márquez, entre otros), y se intercalan noticias, como la muerte de Derek Walcott en marzo de 2017, o el Premio Nobel otorgado a Bob Dylan en 2016. Otros sutiles gestos que se encuentran en algunos lugares del sitio son los “obituarios” que mediante GIFs de pequeñas veladoras recuerdan el fallecimiento de ciertos autores, como Benedetti. Asimismo, se reproducen “recomendaciones fundamentales” sobre el desarrollo de colecciones y su restauración, tomadas de las Memorias del II Seminario Nacional de Archivos Sonoros y Audiovisuales. Como una suerte de certificación de calidad, se alude asimismo a la filiación a la visión de la IASA, indicando que el sitio contribuye a la cooperación para preservar, intercambiar y difundir documentos sonoros y audiovisuales.Regresando a la distribución del banner, en la sección de “Recomendaciones” se despliega una serie de enlaces varios, ya sea a sitios con catálogos afines al suyo, a revistas, o a materiales en video como una conferencia dictada por el filósofo Nuncio Ordine, consultable en youtube.La serie de “Ve y escucha a los maestros”, por su parte, muestra el reciente interés del creador del sitio por los registros videograbados de ciertos autores, mismos que ha encontrado y bajado directamente de la red. Si bien reconoce su valor documental, nos confiesa que no es su afición de coleccionista no se extenderá a este tipo de fuentes de manera pormenorizada. Si las ha integrado aquí es sólo por mostrar que las dimensiones del performance de la lectura revelan una riqueza gestual, que no debe obviarse y que apenas sospechable en procesos de escucha en audio. Pero la invitación de “ver y escuchar a los maestros” nuevamente se da a partir de un listado cuyo orden no es muy claro, además de que se incluye información repetida en otras secciones, como la conferencia de Ordine, la cual por cierto se confunde con el enlace al que, bajo el mismo nombre, se tiene acceso en la sección de “Libros” (aunque esta última parece referirse al enlace que en la sección de “Novedades” remite a otra conferencia del mismo autor). Y sobre esta última, presenta enlaces a documentos muy diversos (videos, artículos, etc.), que se revelan apenas ingresando en la liga, y que por lo demás datan de años muy distintos, lo cual da la impresión de que la novedad es relativa a una experiencia personal del compilador.Tanto por su estructura como por su forma de navegación, el sitio presenta, pues, huellas de haber surgido como un proyecto en proceso y en constante transformación, con lo que esto también implica: por una parte, habiendo sido nutrido con materiales distintos, según el acceso que se ha ido teniendo a ellos, y revelando en el camino interesantes y sorprendentes contrastes, como los que se derivan de las más de veinte reproducciones que hay en las diversas colecciones de Neruda leyendo su poesía. Por otra parte, se percibe la conciencia de una inminente evolución de los soportes tecnológicos y los retos que presentan para el acceso a los materiales a lo largo de las últimas décadas. Así, Voces que dejan huellas es también, visto desde esta dimensión, un ejemplo de lo vertiginosos que se presentan los cambios en cuanto a operatividad en el manejo de archivos sonoros, que parece demandar una constante actualización técnica, acompañada en el mediano y largo plazo de una laboriosa migración de soportes. Interrogado a este respecto, su creador –quien se maneja con gran destreza en su propio sitio que conoce como la palma de su mano– parece también tenerlo claro. Pero de momento su prioridad sigue siendo la de completar y digitalizar las colecciones.
“Blanca Orozco de Palabra Virtual, que presta mucho más atención a la presentación de su página, ya me ha dicho varias veces: ‘Eduardo, ya hazle algo a tu sitio, actualízate’, pero no le he hecho caso. Ha sido mi pasatiempo durante tantos años, y no mi trabajo, por lo que no he podido destinar más horas a esto.”

No obstante, quien ha tenido la oportunidad de visitar Voces que dejan huellas en años anteriores y lo compara con el estado en el que se encuentra actualmente, notará que Ortiz Moreno se ha comenzado a ocupar cada vez más, y no sólo en hacer crecer el corpus de archivos sonoros digitalizados, sino en reorganizar y añadir información. Ello revela su interés sostenido y su creciente apuesta por difundir este tipo de ediciones, cuyo gran valor histórico y literario ya intuía desde joven. Visto desde una perspectiva más amplia y menos biográfica, puede también reconocerse en un proyecto como éste la conciencia y la necesidad cada vez mayor por poner atención a este tipo de prácticas de registro oral que, a juzgar por las múltiples colecciones, llevan ya una indiscutible trayectoria.

Para el esquema de metadatos que ofrece de las obras que integran su corpus de colecciones, Ortiz Moreno se basa principios de etiquetado bastante estandarizados (autor, título del disco, número de pista, volumen del álbum, editorial o colección, país y año), que se han evidenciado como suficientemente útiles para el corpus hasta ahora recopilado, aun cuando se ha encontrado en constante crecimiento. El reto surgiría, en todo caso, ante materiales en donde la autoría fuera compartida, o bien donde se debería dar un crédito a la participación y/o colaboración de otros artistas (músicos, por ejemplo), como ocurre en algunas contadas ediciones que ya forman parte del archivo.

En cuanto a datos complementarios si bien a lo largo del sitio se pueden encontrar algunas referencias específicas a los autores y a ciertas de sus obras, queda claro que recabar esta información adicional para una sola persona es un trabajo imposible. Ello explica, además, que sólo algunos de los autores más “populares” se vean beneficiados con citas y referencias críticas adicionales. Dado que Voces que dejan huellas promete seguir creciendo, valdría la pena considerar hasta dónde podría expandir su potencial, por ejemplo, al integrar un espacio para la verbalización de las experiencias de escucha, o bien al añadir una sección abierta al diálogo crítico con los usuarios sobre las obras recogidas. Hasta ahora el sitio da la idea de un manejo de archivo como una propuesta unidireccional, quizá debido a que –a decir de Ortiz Moreno– todavía no parecen ser tantos ni tan especializados sus visitantes.

>Voces que dejan huellas recibe entre 10 y 15 visitas diarias, la mayoría, calculo que un 90%, son búsquedas imprecisas. […] Recibo más o menos un correo electrónico cada dos meses solicitándome alguna obra o indicaciones de dónde adquirirlas.”

Ante el potencial que presenta el sitio por sus contenidos, se antoja la posibilidad de contar a futuro con una organización más clara de las secciones, así como una gama de herramientas que permitan realizar rastreos más profundos y comparativos. Uno de ellos, por ejemplo, que pudiera llevarnos a conocer a los artistas diseñadores de las portadas        –como en el caso emblemático de Vicente Rojo, quien se encargó de ilustrar un gran número de discos de la colección Voz Viva–, y esto para ver con qué “cara” han circulado también estas voces en los diversos soportes. Adicionalmente a este esfuerzo, seguirá presentándose el reto de la descarga de archivos, que parece todavía algo irregular, dependiendo del tipo y la versión de reproductor utilizado, lo cual ha demandado a su administrador a destinar un tiempo adicional para compartir de manera personal algunos de ellos, a solicitud expresa de ciertos usuarios.

Si Voces que dejan huellas ha crecido tanto en los últimos años, es de esperarse que siga por ese camino en años por venir, y lo que aquí se señala será apenas una huella de la imagen que habrá dejado en unos de tantos usuarios. Una huella que mañana podrá no corresponder a la realidad del sitio, por lo que presenta una provocación para volver con nuevos ojos, con otras competencias y con oídos más agudos.

 

Derechos de autor, ¿un asunto ya rebasado?

“Una vez quise bajar el audio de los textos de Jorge Cuesta leídos por Jorge Volpi. Se requería de un permiso por escrito a la Coordinación de Difusión Cultural para hacerlo. Todo bajo estrictísimos reglamentos de derechos de autor. Las advertencias sobre su uso estaban como para desanimar a cualquiera. Mucha escucha seguramente se pierde por eso.”

En cuanto al manejo de los derechos de autor, el creador de Voces que dejan huellas suscribe el postulado de otros sitios como Pennsound,de que materiales como éstos, de literatura en formatos grabados, deberían ser libres y descargables. Las condiciones todavía no están dadas para que esto se vuelva una práctica menos normativizada y más normalizada. Entre tanto, al menos para el mundo de las letras, queda claro que el podernos asomar hoy en día a este universo oral –que representa un patrimonio cultural inmaterial de la humanidad “materializado” en estos archivos–, se lo debemos a espíritus valientes y visionarios de conocedores y de aficionados coleccionistas quienes, como Ortiz Moreno, han comenzado desde apenas unas décadas a recogerlos, rescatarlos y organizarlos, poniéndolos a discreta y libre disposición del público. Ello sin cualquier intención de lucro, siendo su única recompensa la satisfacción de poder compartir con otros esta pasión personal por la literatura leída en voz alta. Con ello contribuyen a recordarnos la riqueza que alberga este tipo de documentos sonoros, que de otra forma serían extremadamente difíciles de rastrear y de conocer.

Ortiz Moreno hizo de la curiosidad que tenía por los archivos sonoros de literatura un pasatiempo; luego éste se tornó un trabajo desinteresado, que poco a poco se ha convertido en una misión. Así, se ha vuelto uno de los contados Robin Hoods de estas compilaciones sonoras, que todavía ejercen su labor entre el coleccionismo físico en soportes analógicos y las trincheras digitales, en un proceso de transición cuyos desenlaces son especulables pero aún no claramente previsibles.

“¿Al CD cuánto le queda de vida? A lo mucho 10 años. Esto ya está rebasado. Habrá que esperar unos pocos años para entender que este tipo de materiales, si bien les va, circularán así, de forma más abierta y sin tantas trabas. Tomen como ejemplo a Spotify.”

Consciente de las implicaciones que podría acarrear este tipo de difusión, Ortiz Moreno parece mantenerse firme en su actual misión.

“Si tuviéramos que esperar hasta que los discos grabados en los años 60 se liberaran para subirlos a red, tendríamos que aguardar hasta el 2035, ¡imagínense!”

Hasta ahora, ni él ni los colegas de los que tiene conocimiento, que mantienen sitios similares, han enfrentado experiencias adversas en este frente. Sólo uno, que es más concurrido que el suyo, tiene entendido que presentó un caso de consulta de algún heredero en cuanto al uso que se hacía de los materiales sonoros de cierto autor, pero no tuvo mayores consecuencias.

“En todos los años que tiene de publicado el sitio, nunca he recibido una reclamación de invasión a derechos de autor o algo parecido. […]
Mi posición personal […] es que, si alguien se siente económicamente agraviado con lo publicado en Voces que dejan huellas, simplemente que me lo comente e inmediatamente quitaremos las ligas comprometidas.”

 

Y sobre los beneficios económicos que pudieran ser motivo de una exigencia de derechos de autor por parte de los escritores, sus herederos o aun las casas editoras, este coleccionista con formación de economista calcula que no aplicarían para estas grabaciones literarias –y menos si se trata de poesía, uno de los géneros que circula de forma más limitada que el resto de la literatura–, pues esta práctica cultural no es tan lucrativa como otras producciones:

“De muchas de estas ediciones de literatura se ha hecho un tiraje de apenas 200 ejemplares. Compárese esto con la edición de los LP’s más vendidos en la historia del mercado discográfico, como Thriller de Michael Jackson, que vendió 32 millones de discos. ¿Cuánto puede vender cada disco de literatura, frente a estas inmensas cantidades de uno de Jackson, y cuánto quedaría de derechos de autor para ellos mismos o para sus herederos? Apenas un pago simbólico. Los derechos de autor como medida de lucro valen para personalidades como Mick Jagger, o ahora para los hijos de Michael Jackson; o en México para los herederos de Juan Gabriel. Esto no suele aplicar para los escritores.”

La labor del coleccionista que desea compartir su pasión a través de medios digitales está irremediablemente ligada, como vemos, a estas consideraciones sobre lo que implican los derechos de autor. Al menos todavía en la actualidad. El futuro dirá si estas reglas se mantienen o si la circulación de estos bienes culturales se negociará de nuevas formas.

“La cultura del libro podrá llegar a abarcar aproximadamente de 1500 a 2050. Pero cada vez más vemos que el formato del libro está siendo rebasado por otras propuestas derivadas de la tecnología moderna. Esto vale para la literatura y vale para su dimensión sonora. […] El sonido, como vemos en estas grabaciones, es otro estímulo que se extiende más allá del registro escrito.”

El futuro, también, dirá si historias como las de este sitio dejarán marcada su huella para permitirnos seguir escuchando esas voces que resuenan en su Olimpo.

Ciudad de México, noviembre de 2017