Escrito en 1613, el poema Soledades de Luis de Góngora cumplió en 2013, cuatro siglos de haber sido compuesto y está considerado como uno de los más altos ejemplos de poesía barroca en lengua castellana. A partir de la idea de hacer re-sonar el texto, localizando las estrategias internas de sonoridad que posee el poema, cuatro poetas (Rocío Cerón, Athena Ramirez, Osiris González y Tito Rivas) dan voz a fragmentos escogidos de este clásico. Como ejercicio estético la obra es un acercamiento contemporáneo al poema y sus sonidos, vueltos voz, con una aproximación sobria que pretende exponer la musicalidad propia del texto. El trabajo sonoro recae en la interpretación auditiva del poema mediante juegos de empalmes y sincronías, solos, duetos, tríos y cuartetos, a veces en forma de canon, en donde el juego rítmico se impone a lo semántico. La aproximación considera la dificultad del poema para el lector contemporáneo: aquello que está preñado de significado y sentido, oculto en los violentos hipérbaton y las alusiones mitológicas, aquí se transmuta en mera imagen sonora, libre de sentido, simple y sencillamente música y orfebrería de la palabra sonante. Sonidos extraídos en su mayoría de grabaciones de campo acompañan el tejido de voces con el objetivo de dar pauta y envolver la palabra con una atmósfera acústica. Se privilegia el sonido de campanas, el océano –sordo– y los pasos, con la lejana idea de que el caminante de las Soledades escuchó, como paisaje sonoro y debajo de las voces del poema, precisamente eso: campanas, pasos, el mar… La pieza fue ganadora del Concurso de Arte Sonoro Las soledades organizado por Hipermedula.org y el Centro Cultural de España en Córdoba, Argentina. Fue exhibida en la exposición colectiva Soledades: Aislamientos Múltiples en el Centro Cultural de España de la CDMX en 2013, y en 2014 como una instalación sonora multicanal en Laboratorio Arte Alameda en la que la pieza se despliega materialmente evocando la estructura de un retablo barroco sonoro.