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Los seres de fin de semana han contaminado sus esencias con infecciones que deleitan, pero su aliento no es lo que importa sino el delirio que culminan en cada correría. Puedes encontrarlos en bares muy modestos: detrás de sus miradas, en principio mustias, se asoman sus sexos, cargan bestias entre las piernas, arrastran pasados contrahechos y buscan un ser simple que los redima. No cedas a la tentación de sus lenguajes, no te dejes llevar por la seducción de sus impostaciones, pero tampoco olvides que en su risible pasión se consumen fuegos que fueron eternos. Entra al bar, mira sus caderas, rózalos incidentalmente, toca madera, hazles una seña, presúmeles tu diente de oro y, a la primera oportunidad, consume sus licores estragados.